lunes, 30 de enero de 2012

Historias desde un taxi


Buscando historias sobre diferentes aspectos de la economía, he encontrado esta. Corresponde a un taxista (nilibreniocupado) que publica diferentes historias que le ocurren en el taxi, en este caso relacionada con la economía. Podemos hacernos la siguiente pregunta después de leerla: ¿cuál sería la respuesta correcta para que el economista no dudara en que debía de entregarle de nuevo el periódico?


Lo cuenta asi:

El usuario tomó uno de mis periódicos (El País), lo abrió para leerlo y así se mantuvo durante el resto del trayecto. Llegamos a su destino, pagó el importe exacto de la carrera, plegó mi periódico bajo el brazo y abrió su puerta con la intención de llevárselo. Antes de apearse del taxi le tomé del brazo y le dije:

- ¡Disculpe! Ese periódico es mío.

- ¿Lo ha leído ya? – me preguntó.

- Sí – le dije.

- Pues yo, no.

- Pero es mío.

- Defina “mío”.

- Lo compré YO.

- Usted compró el periódico para leerlo, ¿no es cierto? Primero pagó por él y luego lo leyó. Podría decirse entonces que amortizó su valor. Por lo tanto, el valor de este mismo periódico, para usted y después de leerlo, es CERO. Si ahora mismo lo extraviara, no volvería a comprarlo de nuevo, ¿verdad?

- No.

- Pues considérelo extraviado.

- No puedo considerarlo extraviado ya que LO TIENE USTED BAJO EL BRAZO. Tampoco puede usted pedirme que lo considere extraviado y, por lo tanto, me mienta a mí mismo, sólo por satisfacer sus necesidades lectoras. Prefiero creer, si me remito a los hechos, que usted trata de robármelo por sus HUEVOS TOREROS. Con perdón.

- Falso, querido amigo. No podría considerarlo un robo teniendo en cuenta que, como ya le dije antes, el valor actual de este periódico, para usted, es CERO.

- ¿Y si le digo que necesito el periódico para limpiar los cristales del taxi?

- En tal caso convendría valorar el periódico no ya por su contenido, sino por su continente.

- ¿Se está quedando conmigo?

- En absoluto, caballero. Sólo pretendo razonarle a usted mi postura y, ya de paso, terminar de leer este periódico tranquilamente en casa.

- Le he dicho que quiero usarlo para limpiar los cristales.

- Está bien. Hagamos un trato. Yo le doy las páginas que ya he leído para que limpie usted sus cristales y, a cambio, me llevo el resto.

Por no seguir discutiendo, acepté el trato. El hombre me tendió un par de páginas sobre el asiento y se marchó. Eché un vistazo. Correspondían a la sección de Economía.

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