El coste de oportunidad
En economía, como en la vida misma, estamos continuamente decidiendo entre unas y otras opciones. El hecho de escoger una siempre supone descartar otra u otras.
En economía el problema es que los recursos son escasos, ¡y tanto!, por lo que tenemos que elegir continuamente. Pero siempre hay que tener en cuenta el llamado “coste de oportunidad”, es decir, aquello a lo que renunciamos cuando nos decantamos por una alternativa.
Pensando en ello, recordé un libro que he leído hace años buscando literatura económica sencilla.
Asesinato en el margen – Marshal Jevons – Alianza Editorial
Como indica la propia editorial:
“Dotada de varios de los ingredientes tradicionales de la novela policial un paraje exótico, un lujoso hotel, crímenes sin resolver, ASESINATO EN EL MARGEN presenta la peculiaridad de resolver su trama en clave económica y de tener como protagonista desvelador del misterio a un economista de Harvard. Así, entre arrecifes de coral y bandas de percusión caribeñas, el profesor Henry Spearman conduce al lector hasta el asesino aplicando la ley de la oferta y la demanda, los costes de oportunidad, el monopolio, la teoría del capital y hasta el famoso dilema del prisionero de la teoría de juegos.”
Y un pequeño pasaje donde trata precisamente el concepto del coste de oportunidad:
“…Spearman pensaba en lo frecuentemente que se frustran nuestras expectativas. Cuando decidió emprender una carrera académica, en parte fue porque creía que tendría mucho tiempo libre para sus aficiones, viajar, la filatelia y la lectura, actividades a las que nunca pudo dedicarse su padre, cuyos negocios le exigían demasiadas horas de dedicación. Pero ahora, cuando Henry Spearman había cobrado renombre como economista, era raro que su jornada laboral no superase incluso la de su padre. A medida que crecía su reputación, crecía también la demanda de sus servicios y en la misma proporción aumentaron sus honorarios por conferencias y columnas en los periódicos, así como los ingresos por las ventas de sus libros. Todo ello le planteaba una paradoja. Como su renta era mayor, pensaba que podría permitirse más actividades vinculadas al ocio. Pero, al mismo tiempo, las vacaciones y otras ocupaciones semejantes le parecían un lujo que, al contrario de lo que ocurría cuando se renta era menor, no podía concederse. La paradoja, empero, no era tal para un economista que comprendía la doctrina del “coste de oportunidad”. Por cada tarde que Spearman pasase disfrutando de su colección de sellos, sacrificaba la oportunidad de trabajar en una conferencia, un artículo o un libro que le aportaría pingües beneficios económicos. Poniendo todo en la balanza, escogió el trabajo y no el ocio. A medida que subían las ventas de sus libros y sus honorarios, aumentaba el coste del ocio. En consecuencia, casi nunca se tomaba vacaciones, tenía abandonada su colección de sellos y dejó de leer muchos libros que no estaban relacionados con sus intereses profesionales."
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