Pero una condición básica para que una inversión sea considerada como tal es el retorno futuro, y unas infraestructuras sin retorno, ya sea monetario, directo o indirecto, social o cultural, no es inversión.
Por otra parte es considerado gasto aquellas cantidades destinadas por el Estado a mantener los servicios públicos. Por ejemplo se habla de gasto en educación.
¡Pues no!
El denominado gasto en educación deberíamos llamarlo inversión. No, mejor en mayúsculas: ¡INVERSIÓN!, ya que éste sí cumple todos los requisitos para ser considerado como tal.
Y las “inversiones” que se hacen en grandes proyectos sin ningún retorno más que complacer a algunos políticos que no buscan otra cosa que un puñado de votos, dar rienda suelta a alguna idea peregrina que se le ha ocurrido tomando el “cafelito” con los amigotes o satisfacer su propio ego, a estas mal llamadas inversiones, habría que llamarle gasto, y además gasto improductivo y hasta delictivo.
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